LA NOVELA, UN GENERO BURGUÉS.

La Novela, Un Género Burgués. 

Hacia 1830 puede empezar a hablarse ya, en la Francia de Luis Felipe, de un modelo cultural realista, si bien en pugna con el que todavía es el modelo cultural dominante: el romántico. Como todo modelo cultural, surge a partir de una compleja serie de condicionamientos tanto ideológicos como literarios, y ello aún antes de encarnarse en fórmulas artísticas concretas. Así, cabría hablar, de un lado, del cambio revolucionario experimentado por una sociedad en la que una clase social, la burguesa, ha arrancado el poder de manos de otra y se ha instalado en él, convirtiendo en dominante el modo de producción capitalista del que era generadora ya desde la Edad Media; un modo de producción basado en unos medios de producción y una producción sociales -colectivas- en contradicción con unas formas de apropiación individuales. Esta toma del poder por la burguesía y el desarrollo del modo de producción capitalista arrastran consigo toda una serie de convulsiones parciales -desde la constitución del Estado burgués, pasando por la enorme expansión industrial o por la abstracción y despersonalización del proceso económico, hasta llegar a la nueva distribución de las clases y grupos sociales o a la transformación de las relaciones entre autor y público- que tenían, por fuerza, que acabar por destruir los modelos culturales preexistentes (neoclasicismo, prerromanticismo, romanticismo) y convertir en dominante un nuevo modelo que se apoyase sobre bases positivas. Desde otro punto de vista, el modelo cultural realista se impone en íntima conexión con la fatiga a que ha conducido el largo proceso revolucionario y con el proceso de desencanto por sus resultados: el poso de traumas, insatisfacciones y temores depositados por dos revoluciones y cuarenta años de lucha de clases, el beneficio de todo lo cual ha sido monopolizado por una clase social, la alta burguesía -que una vez en el poder no sólo se aleja de toda veleidad revolucionaria, sino que se apresta a reprimir brutalmente-, es ya muy patente en los románticos que lucharon a lo largo de este proceso, pero se acentúa mucho más en los autores realistas. De la Europa que se vislumbraba esperanzadamente en las barricadas a la Europa de los banqueros a que conduce la revolución la distancia se mide en «ilusiones perdidas», leit-motiv de la literatura de la época. El desengaño se convierte en una fuente de realismo. Pero el realismo es a la vez la respuesta a la demanda de información de la nueva clase en el poder, anhelante de conocer la realidad sobre la que se instala para mejor instrumentizarla, y por ello la novela realista converge de modo tan sintomático con la revolución delperiodismo y su conversión en industria informativa, a cuyo servicio no duda en colocarse la literatura. Desde un punto de vista estrictamente literario puede decirse que la evolución interna del romanticismo conduce, en su última fase, al realismo: novelas como I promessi spossi, de Manzoni, Les Missérables de Víctor Hugo o buena parte de la producción de Walter Scott coinciden, en último término, con la «novela social», el cuadro costumbrista, el poema narrativo de tema contemporáneo, etc. El romanticismo pasa de la evasión del presente en el tiempo (Edad Media) o en el espacio (culturas exóticas) a la autoexigencia de análisis de la propia historia y del propio presente. De hecho, ha podido decirse que ninguno de los grandes realistas se ve libre de espíritu romántico.



Una vez impuesto, como modelo cultural, el realismo, en ningún otro género se manifiesta como en la novela. La novela moderna, según Goldmann (Para una sociología de la novela, trad. esp. 1967), se asienta sobre la contraposición entre individuo problemático y sociedad. «La novela se caracteriza por ser la historia de una búsqueda de valores auténticos de modo degradado, en una sociedad degradada, degradación que, en lo que concierne al héroe, se manifiesta principalmente en la mediatización, en la reducción de los valores auténticos al nivel implícito, y su desaparición como realidades manifiestas». En la sociedad nacida en 1830 los intercambios y relaciones interindividuales dejan de orientarse por los valores de uso y pasan a orientarse sistemáticamente por valores de cambio. Marx y Engels han explicado de qué modo, en la sociedad del capitalismo liberal, el valor intrínseco del producto ha sido sustituido por el valor que le confieren las leyes del mercado, que se constituye en gran mediatizador. Ahora bien, dentro de esta sociedad existen individuos que siguen orientados hacia los valores de uso, y que por ello se automarginan, convirtiéndose en «individuos problemáticos», que consideran su trabajo no como un valor de cambio, sino como algo inherente a su propia personalidad, y que les pertenece de algún modo, lo que da a su trabajo un carácter creador. Pero también este proceso de creación del individuo problemático está mediatizado: su búsqueda de los valores de uso no le es dada de una forma pura, puesto que vive en una sociedad degradada y está sometido a sus condiciones degradantes, lo que en mayor o menor medida degrada su búsqueda. La novela realista traduce esta situación basando su estructura en tres grandes elementos: el individuo problemático (orientado hacia valores auténticos, pero degradado en parte), su búsqueda degradada de dichos valores, la realidad que actúa como mediatizador impidiendo al héroe su encuentro con un mundo de valores auténticos. La búsqueda aparece entonces como una tensión, como una lucha, como una pugna que individuo problemático, orientado hacia valores de uso, y sociedad, orientada hacia valores de cambio, traban entre sí.



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